El anuncio del Presidente Duque y su Ministra de Educación, María Victoria Angulo, de ordenar el reinicio del calendario escolar en forma presencial en todo el país, a partir del 1 de agosto, ha generado muchas reacciones entre los colombianos, la mayoría de ellas en contra de esta medida.
Voces autorizadas como las del reconocido educador Julián de Zubiría Samper y de otros connotados académicos, coinciden con las de los directivos de Fecode, rectores y padres de familia, en general, en que no solo es apresurada sino inconveniente y peligrosa esta decisión en la coyuntura que atravesamos por cuenta de la emergencia decretada para controlar la expansión del coronavirus en nuestro territorio.
Aunque esta mayoría también coincide en que nuestro sistema educativo no estaba preparado para enfrentar una situación de emergencia como esta, concuerdan en que la modalidad virtual, con todos sus inconvenientes y carencias, debe seguir siendo la alternativa para que nuestros jóvenes no vean truncadas sus esperanzas de continuar en el sistema escolar este año, introduciendo eso sí, aunque sea paulatinamente, las soluciones a esas deficiencias.
Reconocen que para ello el Gobierno debe hacer una apreciable inversión en la dotación de internet gratuito y tabletas para garantizar el acceso de los estudiantes de estratos 0, 1, 2 y 3 a la virtualidad, y un esfuerzo para reformar el pénsum educativo con el fin de adecuarlo a esta nueva realidad, cuya duración estiman los epidemiólogos se extenderá más allá de 2020.
Con todo y ello, los cálculos más optimistas muestran que los costos que implicaría esta tarea serían mucho menores que los que se tendrían que hacer para dotar de las medidas sanitarias y de bioseguridad a los colegios para garantizar la salud y la vida de los estudiantes, incluyendo la reducción de su número por salón de clases y su interacción social.
Sin embargo, no cabe duda que esta es una situación compleja que nos pone frente a dos alternativas extremadamente sensibles: la salud y la vida de nuestros jóvenes, y la continuidad de su proceso educativo, por un lado, y la infraestructura y el modelo escolar por el otro.
Es hora pues, señora Ministra, de recordar que el bien más preciado del ser humano es la VIDA y que lo demás son AÑADIDURAS. Las enseñanzas que se deriven del manejo de esta emergencia, nos irán señalando el camino hacia donde dirigiremos nuestros pasos para lograr en el futuro una educación de calidad e incluyente, que nos pueda guiar a una verdadera transformación social de nuestro país.