
Todo lo que el Señor ha creado para beneficio de la humanidad, no puede ser destruido impunemente por el hombre.
En el afán de borrar nuestro ideario natural, menospreciamos a un ser Superior, que ha dado su amor, su espiritualidad, su bondad, su misericordia, su sabiduría suprema , respetando nuestra libertad, para que derrotemos la soberbia, la avaricia, el rencor, la envidia, la imprudencia, la deslealtad, la deshonestidad, la búsqueda del dinero fácil.
Atropellamos sin ningún miramiento a los demás, avasallamos con desdén al prójimo, limitandolo y llevándolo al extremo, con el único fin, de encumbrar nuestros propios intereses mezquinos a costa del sufrimiento de los demás.
Acojamos sus designios, superemos nuestro desinterés y volvamos a los caminos del Señor, que son el marco certero de nuestra vida.