
Deja mucho que desear la manera de asumir los resultados de las elecciones, un presidente, que presume de dirigir el país más poderoso del mundo.
Soberbio, no tiene la grandeza de asumir las derrotas, y como si fuera poco, se aparta en un momento de tanta trascendencia, como es la transmisión del poder en un país que refleja la más grande democracia universal.
Flaco ejemplo se le trasmite al mundo, donde no se respeta, ni importa el gran daño político, económico y de impacto social que se vislumbra, demostrando decadencia, poca credibilidad, y menosprecio por el pueblo americano, que lo llevó a la más grande dignidad, ser presidente de una gran nación.
Su propio egocentrismo, su poco o nulo acatamiento a las asesorías que desde luego no le faltaron, lo catapultan ante la historía como falta de visión, de cordura, dejando la sensación del poco interés en el futuro de su pueblo.
Es hora de recapacitar, señor Presidente, también aceptando con decoro y sencillez las derrotas, a futuro se puenen convertir en victorias .