MANUEL VICENTE JIMÉNEZ BULA: EL ANIVERSARIO DEL ADIÓS (I)

 EL RÍO SINÚ INUNDARÁ SUS CENIZAS Y BAÑARÁ SU MEMORIA

Por: Morgan Ignacio Jiménez Bula.

En honras fúnebres ante la partida del periodista, Manuel Vicente Jiménez Bula, familiares y amigos tributarán sus cenizas para que sean inundadas y bañada su memoria por el río Sinú, en horas de la tarde de este 16 de agosto, tras cumplirse el primer aniversario de su adiós.

El acto de cierre de la elaboración del duelo, que contará con la presencia de unos veinte familiares y amigos, reivindicará -además- el inmenso amor profesado en vida por el periodista a la importante arteria fluvial del departamento, en cuyo rescate organizó la llamada primera expedición Sinú.

Un grupo de sus amigos más cercanos aprovecharon la conmemoración para realizar escritos post-mortem que destacan lo que representó la amistad y la partida del periodista en la vida de relación con ellos y sus familiares, así:

La particular manera en la que sigue viviendo…

Por: Germán Bula.

Recuerdo al periodista, de excelencia, al familiar cálido, al amigo, afectuoso, al demócrata, al inmejorable esposo de Zita y padre de Camilo. Ese es el Muñe, el Manuel Vicente Jiménez Bula cuyo recuerdo tengo grabado en mente y corazón. Duele el que haya partido; duele no poder volver a gozar de su amistad cariñosa, su sentido del humor, su donoso manejo del lenguaje, su entusiasmo. Esa es la particular manera en la que sigue viviendo en quienes lo conocimos y quisimos.

Muñe:  ..¡un referente!

Por: Navhys Asías Alcalá.

Sólo recordar el nombre, MANUEL JIMÉNEZ BULA, llena el corazón de recuerdos inolvidables, de un periodista que lo dio todo por su profesión, con respeto y objetividad. En lo personal, se distinguió por ser amable, accesible y amigo de sus amigos, llegando a darnos consejos como guía en el ejercicio del periodismo. Esto lo hacía el MUÑE, porque su capacidad intelectual se lo permitía con humildad para servir a quien lo necesitara.

Hablo con propiedad porque tuve el honor de ser su concuñada, lo que me permitió conocerlo de cerca, como compañero del periodismo, como esposo y padre que amó a su familia y amigos. Para mí fue un referente por su valiosa vida.

Dios lo tenga en su Santo Reino, porque cultivó con creces el amor de Cristo, especialmente durante su larga enfermedad.

Muñe, el consejero

Por: Nelson López

Diseñador (Impresores)

Siempre me decías: “Amigo el paso por este mundo es fugaz”. Pero nunca pensé que fuese tan rápido, esa llama que dejaste encendida es inapagable. Gracias, por tanto, amigo.

Cuando un amigo se va, se siente un vacío en el alma, un dolor que no tiene explicaciones, amigo tu partida de este mundo nos ha dejado llenos de tristeza. Pero un amigo nunca se va, vive por siempre en nuestro interior, en lo más profundo de nuestro ser”.

“Amigo, amigo, siempre que te veía te decía ¡amigo!… eso fuiste para mi, un verdadero amigo, ¿sabes por qué lo sé?

Porque no te he borrado de mi mente, eras fuente de conocimiento, esa persona a quien le podía pedir un concepto, una opinión sincera, una orientación en fin tantas cosas que me brindabas amigo, hay momentos en que digo si mi amigo estuviera… te extrañaré y aun así eres capaz de tocar mi corazón y ayudarme, aunque ya no estés”.

UNA VIDA CON PROPÓSITO

POR: JULIO FRANCISCO RUIZ MIRANDA.

Una amistad sembrada y cultivada durante más de siete (7) lustros me permitieron conocer en Manuel Vicente Jiménez Bula, al ser humano noble, sensible, culto, estudioso y luchador.

Tuve el privilegio de conocer a Manuel Vicente, cuando el suscrito se desempeñaba como Asesor Jurídico de la Gobernación del Departamento de Córdoba en la mitad de la década de los años ochenta.

Sus inquietudes jurídicas fueron inicialmente el puente de comunicación y fragua de una amistad fundada en el aprecio sincero y el respeto. La densidad y sabiduría con que formulaba sus consultas, planteamientos y reflexiones sobre gruesos temas de Derecho me llevaron a la convicción de que mi interlocutor cuasi consuetudinario era un abogado docto y aventajado. Cuando me confesó que no era profesional del Derecho, recuerdo haberle manifestado, con superlativa admiración, que era digno de reconocerle el Titulo de Jurista Honoris Causa, en lo cual sigo fiel sin variación alguna.

Analista político detallado y profundo, siempre fue actor importante y desinteresado, que ejercía el rol de alentador –cual caza talentos-de las figuras que, en el mundo público o privado, estimaba que debían incursionar, por sus méritos y capacidades, en el terreno político-electoral y la dirección del Estado en cualquiera de sus niveles, para propiciar cambios, reformas y transformaciones.

Muñe era un hombre de ideas universales con quien se podía hablar extensa y amenamente sobre lo divino y lo humano, dejando traslucir siempre un espíritu de indagación inherente a su calidad y vocación de periodista e intelectual.

In péctore siempre lo consideré un pensador con indudables atributos de Filósofo en tanto cuestionaba mucho de lo circundante, y, correlativamente absolvía la problemática que ello presuponía.

Su compromiso cristiano, sintetizado en el principio de que “no sirve para vivir, quien no vive para servir”, lo constatábamos no solo por sus gestos de solidaridad para con el necesitado de cualquier índole, sino también con la invocación de las Sagradas Escrituras y las frases de sabiduría que difundía siempre como periodista y hombre de radio, en cuyos ámbitos era un maestro y gladiador, a tal punto que siempre estaba impulsando con acción y  pasión aceradas, un nuevo emprendimiento en estas lides.

Efusivo como siempre, recuerdo vívidamente, que una de nuestras ultimas pláticas versó sobre, la “vida con propósito” como tarea terrenal, y el misterio de la continuación de la existencia bajo un nuevo estado, modo o forma (Espiritual) después de haber dejado en este mundo rocoso la escafandra de lo que llamamos cuerpo. En este orden de ideas, confirmó algo que enuncié al respecto, cuando señalé que somos viajeros en el Universo de Dios; que la tierra es una mera escala o casa de paso, y, que el fin expiratorio o muerte temporal-terrenal era el nuevo principio para seguir marchando por la ruta que el Padre Creador nos ha trazado para llegar hasta el destino programado: Su encuentro en la morada celestial.

MANUEL VICENTE, EL DISCÍPULO

P. Misael Ocampo Rivera.

Alianza Montería.

Manuel Jiménez Bula, llegó a convertirse en un amigo entrañable luego que su hermano Morgan me lo presentó y fue así como esa nueva amistad se fue fortaleciendo en la medida que junto a su esposa Zita cada sábado, por la tardecita, pasábamos con mi esposa a visitarlos y a darles el Discipulado Cristiano el cual los dos lo tomaron y lo fueron atesorando en su corazón y llegó a convertirse en su nuevo estilo de vida.

Manuel fue creciendo en el conocimiento de la Palabra de Dios y así mismo fue alcanzando con su formación y entrega posiciones de liderazgo que lo hicieron una persona reconocida y respetada por la comunidad de la Alianza Cristiana del barrio Buenavista.

Su gestión de servicio dentro de la iglesia fue teniendo eco en escenarios educativos del barrio donde se hicieron actividades recreativas para los miembros de la comunidad.

La partida de Manuel fue un golpe muy duro porque nuestra relación no solo era de Pastor a discípulo sino de amigo a amigo y como lo expresé en su homenaje póstumo que se hizo el año pasado, Manuel fue un hombre que mostró un verdadero cambio, no de religión sino de estilo de vida del cual puede dar testimonio su familia, sus amigos colegas que anduvieron cerca de él.

Se fue un gran Amigo, pero se fue con el mejor Amigo que Manuel pudo conocer y tengo la seguridad que lo encontraré al lado del gran Amigo Jesucristo, que le presenté cuando hizo su oración de conversión y la que sirvió de punto de partida para su nuevo estilo de vida.

Su vida y testimonio serán siempre recordados como un ejemplo digno de imitar.

Dios bendiga a Zita y le siga dando la fuerza y el valor para resistir su ausencia.

«Manuel fue el hombre que nunca dijo no a un favor que él sabía que podía hacer».

Hoy reposa esperando la resurrección para ser levantado con Cristo.

MANUEL, EL GRAN AMIGO

Por: Walter Borja.

Ha pasado un año y parece que sólo hicieran horas, desde la última vez que hablé personalmente con Manuel, aquel día llegué a su casa y me dijo: Amigo Walter, que bueno tenerte en casa, mientras sus ojos brillaban de alegría, su costumbre era darme un abrazo fuerte, dándome golpecitos en la espalda, pero por causa de la pandemia, esta vez el saludo fue distinto, mientras el lamentaba no poder saludarme como quería, luego  escuche su frase ya clásica en él: Zita Cárdenas ¿qué le vas a brindar a mi amigo hoy? Y su bella esposa, mandó servir café con unas deliciosas galletas de limón. Pocos días después falleció, pero me quedo con esa imagen de él, llena de optimismo, de esperanza y deseos de servir.

Manuel Jiménez era así, una persona especial; y, como anfitrión, inigualable. Disfruté su amistad los últimos siete años, creo que fue un regalo de Dios. Le vi crecer espiritualmente, le vi alcanzar la plenitud y la paz que solo Jesucristo puede brindar y de lo que tenía daba, especialmente a mí, que algunas veces acudía a él, para contarle mis preocupaciones y angustias, sabiamente me aconsejaba, luego me decía con una sonrisa “cuando se ha visto que el maestro le pida consejos al alumno” porque él se consideraba mi alumno en el área espiritual.

En este largo año de ausencia, algunas veces he soñado con mi amigo Manuel Vicente Jiménez Bula (mavicjibu). En mis sueños siempre tiene su vestido de fiesta y su cara llena de felicidad.  En la fiesta, él es el anfitrión y me ofrece todo lo que hay en una mesa llena de manjares.

Estimado Manuel, algún día nos veremos nuevamente, en las bodas del Cordero y tu estarás allí, con tu sonrisa y todos los que te amamos.

Muñe, el primo…

Por: Frank Pacheco Pérez

Carolina del Norte (USA)

Primo: Para aprender a bailar, tienes que empezar por lo básico. Primero deja de brincar como si estuvieras pisando una plancha de zinc caliente, segundo, tu pie derecho debe mantenerse firme, con movimientos suaves sin levantarlo del piso. Tu mano izquierda, siempre en la cintura de la mujer nunca arriba, asistía Muñe, simulando ser mi pareja de baile en aquel entrenamiento; y, yo, con el firme propósito de aprender a bailar para sentirme más cómodo, y lograr pertenecer a ese selecto grupo de muchachos desaforados e impetuosos, siempre en la búsqueda de novias y nuevos amores, y dónde Manuel V Jiménez Bula, el siempre bien recordado Muñe, ejercía cierto liderazgo. Recuerdo hoy a esos inolvidables comienzos de los años 70, y el selecto grupo, Manuel Soto, Alfonso Lara, Orlando Lacharme, Carlos Jiménez, Ricardo Cabeza, Orlando Olascoaga, todos buenos bailarines, no había bailes en Montería sábados por la noche que este grupito, invitados o no, no nos metiéramos, por lo tanto, para mí esas clases de baile del profe Muñe, aún las tengo en mis recuerdos sobre todo una en especial. Primo, como siempre nos dijimos cuando estés bailando, como tú eres aprendiz, tú llevas la pareja y no mires a nadie bailando por qué te pierdes marica. Muñe agradezco a la vida haberte conocido, y ser tu amigo como si no fueras mi hermano, de ti no sólo aprendí a bailar, también el gran sentido de la amistad, el amor por la lectura, me inculcaste a seguir estudiando, y de alguna manera pretender estar cerca de tu gran capacidad cultural e intelectual que forjaste toda tu vida. Muñe, primo, hasta siempre y más allá tú discípulo Frank Pacheco Pérez

Al año de su muerte

Por: Miguel Alfonso Mercado Vergara

La pandemia que aún nos azota sigue cabalgando por el mundo arrasando familias y hogares dejando una estela de luto y dolor de infinitas dimensiones. No pasa un día sin que las cifras martirizantes de muertos toquen las fibras más sensibles de nosotros los mortales. Tan grave como el daño que causa llegó para cambiar nuestros hábitos y costumbre de convivencia arrebatándonos también las tradiciones para sepultar a nuestros difuntos, esenciales en la elaboración del duelo, cambiándolos por unos estrictos protocolos de aislamiento e incineración.

Hace un año no más, en medio de ella partió un amigo entrañable cuya existencia ahora era cuando más lo retaba para las cosas provechosas de la vida porque en la plenitud de su ser brotaban con entusiasmo las ganas de seguir aportando para el engrandecimiento de la sociedad y su familia; y, no nos permitió tributarle una merecida despedida.

Se trata de Manuel Jiménez Bula –muñe como solíamos llamarlo los amigos-, a quien conocí desde la arisca y efervescente   juventud, fue por entonces inquieto frente al mundo que vivía y pacifico impulsor de los propósitos renovadores que palpitan en el alma de aquellos tiempos primaverales. Vislumbraba, cuando ya comenzó a posarse en su mundo intelectual la idea de una mejor sociedad, que para alcanzar esos estadios de bienestar y de grandeza teníamos que ser solidarios y abrazar los principios que consolidan y fortalecen la democracia.

Su intuición natural por los cambios y movimientos que cotidianamente se dan en el seno de la sociedad lo llevaron a ejercer el periodismo radial, oficio del que fue un ferviente exponente y que ejerció hasta los días de su muerte teniendo como portaestandarte los principios éticos y morales que siempre lo guiaron exitosamente en esa tarea.

Hoy todos sus amigos y familiares recordamos a Manuel y su imagen de hombre de bien sigue intacta y se irradia en el corazón de quienes lo conocimos y lo tratamos en el curso de su vida.

MUÑE JIMÉNEZ, UN AÑO DE AUSENCIA

Por Jorge Otero Martínez

Este 16 de agosto se cumple un año del fallecimiento del periodista Manuel Vicente Jiménez Bula, a sus 67 años.  Hablar algo sobre él equivale a decir como difunto lo mismo que dijimos cuando estaba vivo. El Muñe Jiménez era un hombre íntegro, dueño absoluto de una gran discreción y metodismo en su labor, bien fuera política o periodística. Eso sí: su credibilidad lo precedía y sus posiciones en los medios le granjeó más de una malquerencia infundada. Para él la verdad y su manera de escribirla era un dogma. Prefería aplazar una crónica o desecharla que contarla mal.

En dos ocasiones lo vi asumir la cosa pública: como Concejal suplente de Elías Assías, ponente del POT en el 2001 y luego Secretario General en la Gobernación de Jaime Torralvo. Fue sujeto de críticas en ambos casos, pero se alzó sobre ellas, demostrando que su buen manejo en lo público estaba escrito en su libro de la vida. Una de mis caricaturas, incluida en mi libro HUELLAS en Tinta China, recoge el momento en que el Muñe, quien era suplente de Elías Assías, sale del Concejo porque Assías volvió a su curul.

Desde que lo traté en Agenda Noticiosa me pareció un caballero de la radio y la prensa escrita, que era lo único que había. Estoy hablando de los años 1984 y 1986. Por ese entonces hacía llave con Morgan, su hermano. Por esa “llavería”, el famoso Pepe Navarro, en la Crónicas de José de Arimatea, se refería a ellos como el clan de los ”lamparita sin gas”. En cierta ocasión quise indagar a qué se debía ese mote o epíteto y Morgan me explicó que el apodo se remontaba a la Montería de principios del siglo XX. En ese entonces existía una disposición que era la de poner a prima noche una lámpara de gas en cada casa, para iluminar la calle. Muchas veces, sus padres, los Jiménez le bajaban la mecha a la de ellos para ahorrar combustible. Algunos les preguntaban por qué la linterna estaba bajita o espabilaba y a respuesta era que la lámpara se había quedado sin gas.

Quizá la grandeza de un hombre se mide por la forma como trata a los demás. Especialmente a los humildes y Muñe ponía especial cuidado cuando charlaba con el jamiche. Siempre presto a colaborar, a solucionar cualquier situación que estuviera a su alcance. Siempre escogía las palabras adecuadas para no herir susceptibilidades o entrar a decir algo inconveniente.

En la campaña política de senado en el 2002, volví a trabajar con él. En ese entonces era coordinador de prensa de campaña de Juancho López. Siempre me estaba recordando sus raíces chinuanas, especialmente cuando yo alborotaba a la gente con mis caricaturas y crónicas políticas. “Joddda, chinuano tenías que ser”, me decía entre risas.

Nuestras conversaciones siempre estaban tachonadas de anécdotas, reminiscencias, chascarrillos, chistes y alusiones a personajes de la vida político administrativa. Especialmente si nos acompañaba Clodomiro Castilla. Podíamos durar horas echando cháchara, pero llegaba un momento en que decía: “bueno, ¿y a qué horas trabajamos nosotros?”

Me quedo contigo

Por: Francisco Martínez Ferreira.

¿Usted es Manuel Jiménez? Balbuceé nervioso frente al hombre de barba, lentes oscuros y cara de pocos amigos.

-Sí, ¿por qué? Respondió con sus gafas ahumadas sobre mi rostro.

 -Me dicen que estás buscando lector de noticias…? Le dije con algo de timidez y terror.

-Te dijeron bien, contestó sin titubear. ¿tú eres lector? Contra preguntó con cierto tono de indiferencia e incredulidad.

-Más o menos. Respondí sin tener claro si estaba o no metiendo las patas. -Te espero el lunes a las 6 de la mañana en la emisora. No dijo nada más.

Mi corazón comenzó a latir a miles de revoluciones por minuto. Yo tenía 17 o 18 años, no lo recuerdo bien y las únicas noticias que había leído, eran las del periódico, cuando me grababa, queriendo ser un relator del nivel de Eduardo Aponte Rodríguez o Jorge Antonio Vega.

El lunes siguiente, como todo “fiebritico”, llegué media hora antes a la Voz de Montería, ubicada para esa época en la calle 29 con carrera segunda.  Muñe, llegó 5 minutos antes y me entregó el legajo de cuartillas. -Ahí tienes – sentenció, vamos a ver si es cierto que sabes leer-

Cuando terminó el noticiero, me miró unos segundos, se frotó la cabeza y me dijo: Te tienes que ir de aquí, eres muy bueno, busca espacio en Bogotá, en alguna cadena. Aquello, fue un bálsamo para mis oídos, supe entonces que iba a servir para eso que tanto me apasionaba. ¡La Radio!

Obviamente no le hice caso y terminamos siendo compañeros, amigos, hermanos, por más de 30 años. Así comenzó mi historia con Manuel Jiménez Bula, a quien todos, por cariño le decíamos “Muñe”.

Hoy, un año después de su temprana muerte la cuento, porque fue para mí un hermano mayor, un segundo padre, mi mentor en el mundo del periodismo y la política. Manuel era un periodista impecable en su redacción. Utilizaba un verbo fluido y sofisticado y sus comentarios y opiniones, eran plenas de racionalidad y sindéresis.

Junto a él, mantuvimos vivo el radioperiódico “Primicias”, por muchos años. Hicimos transmisiones, especiales, ejecutamos proyectos y nos aventuramos en la política en varias oportunidades. Manuel Jiménez Bula, al lado de su hermano Morgan, dirigió también el Noticiero TODELAR de Córdoba, en los tiempos de Alberto Guzmán como gerente de esta cadena de radio.

Su paso por el concejo de Montería dejó una huella que aún hoy se mantiene, pues fue el ponente del primer Plan de Ordenamiento Territorial que tuvo la ciudad, en el gobierno de Luis Jiménez Espitia, el cual estuvo vigente hasta hace poco. Fui testigo de excepción de los debates candentes, pero ricos en argumentos y verbo. Contra todos los pronósticos, el POT salió adelante y Muñe, comenzó a ocupar un sitio en la historia política local.

Estuvimos juntos en la batalla por la gobernación de Córdoba con Jaime Torrlavo Suárez, quien era su amigo y a quien defendió hasta el último hálito de su existencia, porque sí, la lealtad, era otra de las características de Manuel. Torralvo lo nombró jefe de Prensa y luego secretario de Gestión Administrativa, pero además le dio el honor de ser gobernador encargado por cerca de 15 días.

Trataron de enlodar su nombre, vinculándolo al escándalo de la educación, pero ese intento fracasó, pues se probó que las firmas que aparecían en los documentos usados para el fraude fueron falsificadas. Ya vendrá el momento para reivindicarlo.

Recuerdo las tertulias donde el Tío Horacio, una pequeña taberna ubicada en la carrera quinta entre calles 32 y 33, a donde solíamos ir los jueves o viernes a tomarnos media de media de aguardiente. El tío Horacio era el único que vendía media de media y además era un contertulio muy agradable.

Fui uno de los primeros en subirme a su OLCIT (creo que ese es el nombre de la marca), el primer automóvil que compró. Bastantes travesías hicimos sobre ese pequeño carro, una de ellas a San Bernardo del Viento, de paseo, con su esposa, la seño Zita Cárdenas, su único y más puro amor. Creo que todos ayudamos con la triste y fea suerte del OLCIT, un carro que muy pocos tuvieron en Montería y que terminó chatarrizado a falta de repuestos en Colombia. Nunca supe a donde fue a terminar.

Parrandeamos decenas de veces. Me relacionó con funcionarios públicos, políticos, empresarios, dirigentes gremiales. Me llevaba a todas partes, sin mezquindad, me enseñó a hacer periodismo, sobre todo ese periodismo constructivo, que enriquece el espíritu y llena de satisfacciones, ese periodismo que no deja dinero, pero que eterniza el espíritu.

Fui un miembro más de su familia. Celebré sus cumpleaños en la esquina del barrio Buenavista, también los de Zita, su compañera fiel, su perfecto complemento. Conocí a sus hermanos: Guillermo (qepd), Jairo (qepd), Morgan Ignacio, también uno de mis grandes hermanos, a Jorge Luis, Marcela Eugenia e Iván.

A veces tengo sueños con Manuel, tendiéndome su mano, señalándome el camino menos azaroso, dándome una voz de aliento. Creo en instantes que no se ha ido. Que puedo llegar a su casa, distante 150 metros de la mía, a compartir un café por la tarde y a arreglar el país, allí conservan en capilla Zita y Camilo, hasta hoy, sus cenizas. Sé que te quise mucho porque noto tu ausencia, porque hay un vacío indescifrable en mi corazón desde tu partida. Los amigos, son pedazos que forman el alma, cuando uno falta, es un pedazo de alma que se va.

Es difícil aceptar la muerte, tal vez porque es lo único realmente cierto que nos aguarda. Me quedo con tus consejos, con tus sabios consejos, me quedo con tus abrazos, con tus sonrisas, con tus noticias, que fueron el referente de las mías. Me quedo con el cariño que me profesaste, me quedo con todo lo que me enseñaste. Amigo y compañero, aunque te hayas marchado, me quedo contigo.

EL ALMA GEMELA

Por: Morgan Jiménez Bula

Manuel Vicente y nuestra hermana, Marcela Eugenia Jiménez Bula

Para mis hermanos Guillermo y Jairo (que en paz descansen), Jorge, Iván y mi hermana Marcela, Manuel Vicente o Muñe no fue sólo un hermano fue un hermano muy especial… Para mí, en cambio, fue además mi compañero, mi compadre, mi condiscípulo, mi colega, mi compañero de trabajo, mi socio… Mi alma gemela.

Su trato hacia mí, de “hermano mío”, desde pequeños, cambió para llamarme permanentemente “compadre” a partir del bautismo de mi segundo hijo, Cesar Ernesto, su ahijado. Quienes fueron testigos de nuestra fraternidad saben que si siete veces nos despedíamos al día y otras tantas nos reencontrábamos, nunca nos hizo falta el beso en la mejilla.

Cualquiera podría creer que yo inicié en la actividad periodística primero que él y no fue así, Terminando sus estudios de ingeniería metalúrgica en la Universidad Libre, sede del Bosque Popular, en Bogotá, fue contratado por la casa editorial del entonces Diario El Siglo como corrector de pruebas, mientras yo alternaba mis estudios en la facultad de derecho con mi vocación de maestro prestando mis servicios a un preuniversitario de la Universidad Nacional, el Instituto de Fomento de la Educación y la Investigación (Ifei).

Recuerdo el entusiasmo con el que nos contó que le había hecho el quite a su compañero de la sección de crónica deportiva, ausente por accidente, que le valió el reconocimiento del jefe de redacción del periódico, quien lo animó para que alternara la corrección de estilo con el comentario de la crónica deportiva, a partir de entonces (1979).

Dos años después coincidiríamos en la redacción de noticias de radio, actividad a la que había incursionado estimulado por mi cuñada Navhys Asías, alentado por José Higinio Rossi Grandett y por el doctor, Walter Muskus, a la sazón director artístico y Gerente de la Emisora Radio Panzenú, respectivamente; tras la designación de Navhys como directora de la aeronáutica civil en Córdoba, que dejaba vacante el cargo de directora del noticiero “El Informador Panzenú” (1980).

Desde entonces no nos separamos más en nuestros proyectos periodísticos en la emisora “Ondas de Urrá” primero y luego, definitivamente en la emisora “Voz de Montería”, cuando trabajar en la radio no era tan aceptado socialmente como ahora, porque era más un apostolado que un oficio remunerado.

Nos complementábamos de manera espontánea e inconsciente, lo que nunca dejó de sorprenderle, tanto que acuñó una frase que repetía constantemente: ¡Parecemos gemelos de la misma placenta! Podíamos coincidir en una misma rueda de prensa y sin concertarnos previamente ninguno de los dos repetía una noticia y al redactarlas ni el lector ni nadie podía identificar la autoría de ellas… Tal vez es probable que Francisco Martínez Ferreira a fuerza de leernos tantos años, con el tiempo, haya sido el único que podía tener esa habilidad.

Todo eso habla más de él que de mi porque, aunque algunos no lo crean, soy cuatro años menor, por lo que no me ha sido fácil elaborar plenamente este doloroso duelo y no podía hablar de su alma porque -ahí sí- era como hablar de la mía.

 

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