RÉGIMEN CANALLA

La creciente movilización social muestra y demuestra la insoportable indignación de las grandes mayorías ante el tratamiento que el régimen da a las distintas problemáticas sociales, no quepa la menor duda.
No son acciones inconscientes o suicidas sino todo lo contrario es la respuesta de una ciudadanía empoderada que decidió en un momento crucial de su historia decir: ¡Basta!
Es la lucha por la supervivencia a cualquier costo. En algunas partes, especialmente en el Valle y en Cali, lo que se vive son trazos de una genuina insurrección popular.
La nación toda ha desafiado a la epidemia del Covod-19 con tal de hacer frente a su enemigo más inmediato, un régimen canalla, por lo despreciable y vil, que pretendió usar el confinamiento y el tapabocas para terminar de imponer las más crueles medidas tributarias contra un pueblo cansado de tanto impuesto y de pagar tributos que engordan los bolsillos de la corrupción política y administrativa.
Un régimen canalla que prevalido de la manipulación ideológica y mediática cree que puede sostenerse en el poder mientras endurece su respuesta a la movilización, a sangre y fuego, por el camino de la dictadura civil y la conculcación de derechos inalienables.
La historia de Colombia ha enseñado que las luchas armadas por sectarismos ideológicos -inaceptables hoy- no pasaron de ser luchas de facciones reducidas a sus propias provincias y que fue -en cambio- cuando las más amplias capas de la población se sintieron asfixiadas por los impuestos cuando estallaron las revueltas.
Como se recordará no fue una lucha anticolonialista, aunque terminó siéndolo porque pareciera que el tratamiento que se le da al inconformismo fuera siempre de la misma estirpe. Primero, imponiendo los detonantes de impuestos insoportables; segundo, tratando de someter por la fuerza y el terror a los revoltosos; Tercero, negociar para incumplir los acuerdos; y, finalmente, asesinar a dirigentes y líderes sociales de la manera más vil y canallesca para imponer el régimen del terror.
Quienes pretendan derivar de las movilizaciones sociales las causas de las problemáticas que hoy se viven, el vandalismo, los crímenes, el pico del Covid-19, los bloqueos, hurtos y toda acción violenta son tan canallas como o más que el régimen que responde con crímenes hasta quemando vivos a jóvenes, desmembrándoles, con desapariciones forzadas, violaciones, desplazamientos forzados, persecuciones selectivas, tácticas de entrampamientos, confusión, corrupción, simulación y paramilitarismo.
La historia ha probado hasta la saciedad que eso no funciona, que no sirve siquiera para sofocar la inconformidad con el miedo. Ahí está la provincia comunera, el sitio de Cartagena y el régimen del terror de Morillo, ahí está la gran Unión fracturada, lo que hubiera podido ser y no fue, la Patria Boba, el Estado fallido que presenta a las fuerzas militares como herederas de una tradición libertaria e independentista, que ahora vuelca sus armas contra el mismo pueblo al que un día juraron defender, para ponerse al servicio de unos intereses mezquinos propios de una minoría corrupta, ahíta de poder y de odio.
La oportunista e insensata reforma Carrasquilla que mal midió la coyuntura, que pretendió aprovecharse del “confinamiento inteligente”, del tapabocas; y, en últimas, del miedo a la amenaza de muerte del Covid-19 fue sólo la gota que derramó la copa y produjo el escalamiento de la protesta contra todo tipo de reformas impopulares y que no va a parar el régimen de terror, ni una dictadura civil o militar.
Quienes le apostaron a la táctica de terror no sólo desconocen la historia libertaria de la nación, sino la nueva realidad, revolucionada con la internet y las redes sociales, el vox a vox sin mediaciones y el accionar sin vacilaciones y sin miedos.
En su lectura no está el valor y el arrojo con el que los jóvenes participan vigorosamente, filman los videos reveladores de las evidencias de una política pública de un régimen canalla y criminal que se apoya en el engaño y los fusiles, en las mafias del crimen, las drogas, la minería y la corrupción en su afán de perpetuar su seguridad armada; que desembocará indefectiblemente, como en el pasado, en una nueva nación y en un Estado posible.
No se han dado por notificados de que nunca antes existió en Colombia una generación tan decidida y valiente, tan consciente y mejor educada que esta nueva generación de jóvenes líderes, los de antes debían graduarse en la repitencia para prorrogar sus liderazgos en la secundaria o en la universidad, los de ahora en su mayoría manejan en promedio entre tres y hasta siete idiomas, uno o dos pregrados o pregrado y tecnología, con especializaciones y diferentes maestrías, cuya imagen no desdibujarán las bodegas “memestizándolas”, pretendiendo estigmatizarlas con las frustraciones de un buen segmento de ellos a los que devinieron en llamar la “generación Nini”.
Desengañada como está, esa generación ahora desestimada en los mercados laborales porque está “sobre perfilada” o “mejor preparada que un yogurt” como les dicen, sabe que no tienen nada que perder y mucho por reconstruir en una nación gobernada por estirpes que se negaron a educarse adocenados y adoctrinados en la práctica de la mediocridad y la violencia, engreídos de su inmoralidad y fraudes.
La opinión pública internacional, tanto o mejor informada que la nacional, sabe que la masacre de jóvenes perpetrada a lo largos de las manifestaciones de protestas no son enfrentamientos entre civiles sino la estrategia militar y paramilitar auspiciada por el régimen canalla que pretende sofocar la protesta a sangre y fuego.
Sabe que buena parte de las acciones de vandalismo fueron promovidas por esos mismos agentes del Estado como táctica para deslegitimar la protesta y facilitar su represión.
Sabe también que se usaron centros comerciales para entrampar jóvenes, incluso para retenerlos ilegalmente, torturarlos, quemarlos vivos y hasta desaparecerlos.
En fin, Sabe de las tropelías contra los derechos humanos perpetradas con el uso de todo tipo de prácticas y armas no convencionales, prohibidas por los protocolos internacionales para disolver manifestaciones, vigentes en los pactos suscritos por Colombia.
Se mofa del liderazgo continental de doble moral que se pretendía exhibir en las relaciones internacionales condenando supuestos o reales abusos del régimen de Maduro, instando a la resistencia civil, a las manifestaciones y hasta, ya no cabe duda, la intromisión militar y paramilitar violando su soberanía nacional e inmiscuyéndose en su autonomía para el manejo de sus asuntos internos.
Que canalla un régimen que prevalido del apoyo de las corporaciones internacionales se abigarra con las mafias de las drogas, la minería, el paramilitarismo y la corrupción política mata a sus jóvenes porque protestan, se niega a escuchar sus reivindicaciones y los legítimos reclamos de un pueblo cansado de la expoliación y la condena a la pobreza, a la miseria, al desarraigo y a la misma muerte.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *